Siguiendo con el trabajo de biólogo, tras las muestras que tomamos en el río São Francisco mientras hacíamos turismo rural en Brasil, nos tocó buscar bivalvos (moluscos). En esta ocasión visitamos La Facenda Parque do Lago, en Dourado, São Carlos (estado de São Paulo).
Parque do Lago es una explotación agrícola y ganadera de más de 450 hectáreas y una superficie acuática de 120.000 m² de un afluente del río Jacaré Pepira. Además posee casi 100 hectáreas de superficie arbolada donde se han replantado en el último año 21.000 árboles autóctonos. La finca está registrada en IBAMA con el número 7025/02-89 como reserva conservacionista de fauna brasileña (criatório conservacionista da fauna brasileira) y es un lugar de suelta de animales capturados ilegalmente (reintroducción). Trabaja con escuelas de educación ambiental y realiza actividades de Turismo Ecológico y Deportes de Aventura. En ella podrás realizar actividades como montar a caballo, Rappel, Trekking, mountain bike, pesca sin muerte, Bóiacross (descenso de ríos en flotador) y muchas otras actividades como camping o rodeos.
Cuando llegamos allí estaban preparando los caballos para un grupo de jóvenes que habían acudido a realizar actividades. También nos enseñaros los magníficos ejemplares de peces que tienen en el lago para la práctica de la pesca, algunos de los cuales pudimos comprobar de cerca que llegaban a alcanzar un metro de longitud.
Volviendo a los moluscos, su nombre científico es Anodontites trapesialis, un bivalvo que puede llegar a medir hasta 15 centímetros. Son unos bivalvos que son originarios de más al norte de Sudamérica y que en estas latitudes han sido introducidos. Sus larvas son parásitas de las branquias de los peces, es decir, que una vez que los adultos expulsan los huevos fecundados, estas necesitan adherirse a las branquias de los peces para poder continuar con su desarrollo. Los adultos se entierran en el fango, quedando la parte más superficial a unos 2 centímetros de la superficie, con lo que la parte inferior puede quedar incrustada casi 20 centímetros en el fango. Pensaréis ¿y eso que importa?. Bueno, pues realmente, no mucho, pero como lo que tratábamos de hacer en la Finca Parque do Lago era capturar unos 200 ejemplares para realizar unas pruebas de ecotoxicología, teníamos que meternos en el agua a por ellos.
Inicialmente nos metimos con unos vadeadores, y de rodillas, trillábamos el fondo fangoso con las manos para detectar la presencia de estos moluscos. Pasados unos minutos, y no pocos, decidimos que al ritmo de capturas estaríamos arrodillados en el agua hasta que el sol se ocultase y optamos por quitarnos los vadeadores y meternos completamente en el agua (en bañadores la mayoría, porque yo olvidé el mío y me metí con lo que llevaba).
A partir de ese momento, al poder alcanzar aguas más profundas comenzamos a capturar un número considerablemente mayor de Anodontites, hasta el punto de que en algunas ocasiones tenía que pedir ayuda porque tenía localizados uno con cada pie y otro en una mano. Debo especificar que la localización de los moluscos lo hacíamos al tacto, es decir, a ciegas, ya que manteníamos las cabezas en superficie, y en algunas ocasiones hasta teníamos que cerrar la boca para que no nos entrara agua, y de eso si hay testimonio, como podréis apreciar en la foto. Eso si, sin quitarme el sombrero para que no me dé una insolación.
Y como suele pasar cuando sales al campo, es fácil volver con algún inquilino chupándote la sangre. Que nadie piense que ser biólogo es fácil. En esta ocasión era una pequeña sanguijuela (un hirudineo parásito), que apenas se aprecia por la calidad de la foto, la que trataba de agarrarse a mi piel. Noté un escozor y la descubrí. Este escozor no era porque me hubiese mordido, sino porque con las ventosas que tiene en cada extremo de su cuerpo se iba moviendo, tal vez en busca de un lugar donde la piel fuese más blanda y poder «hincar el diente». No me pareció excesivamente raro, porque no han sido pocas las veces que después de salir al campo en España vuelvo con una garrapata ya agarrada y alimentándose.
Al final, los moluscos, y como ya he comentado, después de pasar una prueba ecotoxicológica son diseccionados para ver los efectos en sus órganos (branquias, hepatopáncreas y pie) y la bioacumulación de contaminantes en sus tejidos.